domingo, 5 de octubre de 2008

La esfera de la caja


Todos los días a las cuatro de la tarde, Martín se las ingeniaba para ingresar al cuarto de su profesor de ciencias el Sr.Gacitúa, siempre le había producido algo de curiosidad y temor. El profesor era una extraña mezcla entre Santa Claus y Chuky, tenía una altura de por lo menos 1.90, una enorme panza que disfrazaba con un enorme abrigo escocés en tonos azules, su pelo era colorín y lo usaba algo largo, cuando miraba a alguno de los jóvenes del salón se sentía el palpitar de un corazón asustado, esto porque poseía unos ojos intensamente azules que brillaban de forma macabra cuando se daba cuenta del temor de los chicos.
Martín estaba acostumbrado a ser algo rechazado, quizás porque era pésimo para jugar al fútbol y porque tenía una afición particular: coleccionar insectos, pero no vivos, si no aquellos que yacían muertos en la naturaleza. Un gusto algo peculiar, según sus compañeros que estaban pensando constantemente en como conquistar a la chica de turno. Ese día él sintió que todo iba a cambiar y que por fin ganaría el respeto y la admiración de su curso, lentamente ingresó, como lo hacía a diario, al cuarto del Maestro Gacitúa y de pronto entre sus objetos hubo uno que llamó particularmente su atención: Una caja muy vieja y raída. ¿Por qué conservará algo así? ¿Algo tan feo?, sin duda, tenía que saber que había en su interior, se acercó a la caja, incluso llegó a tenerla entre sus manos, cuando escuchó algunos pasos acercándose a la habitación rápidamente se lanzó en picada bajo la cama, olvidando que a los doce años ya no es cosa de llegar y deslizarse bajo ella, pasaron sus piernas primero, su torso después, pero cuando llegó el turno de la cabeza vinieron las dificultades, además de atascarse por unos segundos al forcejar, para lograr pasarla se rompió una ceja que desgarró levemente con uno de los fierros de la cama.¡+#&°°%#! dijo en voz baja y las lágrimas llenaron sus ojos cual animé japonés.
El Sr. Gacitúa ingresó al cuarto y por el aroma Martín enseguida supo que traía un café para beber, vio como se sentaba en su escritorio y luego descubrió algo increíble, este tipo hablaba con alguien ¿Pero cómo si no hay nadie acá? bueno aparte de mí escondido bajo esta cama que apesta_ pensaba Martín. De pronto, Gacitúa se pone de pie y sale del cuarto, momento que aprovecha para salir lo más rápido posible de allí.


Corriendo por los pasillos del Colegio se sentía más seguro y por supuesto no se perdería la delicia que era correr a gran velocidad y deslizarse por el piso recién encerado, sentir por unos momentos que nada te detiene.
¡Martiiiiiiiin! gritó el Tío Ceferino, un buen señor que llevaba muchos años con nosotros, con ese paso lento y cansado del que trabajó mucho, descansando poco. Me detengo y le hago un gesto de perdón, (no vaya a ser cosa que le cuente a la Miss, uuuuuuhh porque ahí si estaré en problemas) ¿Qué tienes en la ceja? Oye, ven acá, voy a hablar con la Miss Elisa, chiquillo de porquería…
UFF, pienso en todo lo que tengo por hacer, por descubrir y me siento ansioso, como cuando sé que me tienen que comprar algo que quiero mucho, me dicen que sí y desde ese día hasta el minuto de la compra el tiempo se hace interminable.
¡Oye Merme! ¡Oye tú súper Marti!¬_ miro y son nada más y nada menos que mi grupo de amigos: Gastón, Marli, Silvia, Orlando y Jaime, ¡Tengo que contarles algo! _ De que se trata esta vez_, dice Silvia algo desganada. _En serio, es algo que no podrán creer (y Uds. tampoco).
(Continuará)…

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